Introducción: Las nuevas potencias
industriales
Entendemos por Segunda Revolución
Industrial al período de transformaciones demográficas y económicas mundiales
que va de 1850 a 1914. La fecha de 1914 (comienzo de la Primera Guerra Mundial)
marca el final de este período. A la Segunda Revolución Industrial se le
denomina también la Era del Capitalismo Financiero (porque ahora el
protagonismo económico lo tienen los Bancos más que los empresarios
industriales), y también recibe el nombre de la Era del Gran Capitalismo.
En los inicios de la Primera Revolución
Industrial (1780-1850), Gran Bretaña se había beneficiado de ser el primer país
en el que se dio la Revolución Industrial, pero en la etapa que estudiamos
(1850-1914) esta situación cambió radicalmente.
Alemania, después de su unificación, fue
el país europeo que experimentó un mayor crecimiento económico y especialmente
industrial. Dos países no europeos surgieron también como grandes potencias
industriales: Estados Unidos y Japón. Recordemos que esta situación se ha ido
reforzando hasta nuestros días.
Gran Bretaña perdió el primer puesto como
potencia industrial (así los países anteriormente citados la adelantaron en
cuanto a producción de hierro), así como la función de motor de las nuevas
industrias químicas y mecánicas, sin embargo, la marina británica continuó
siendo la primera del mundo, y, por tanto, Gran Bretaña siguió siendo la
primera potencia marítima y comercial.
La Demografía y la agricultura durante la
Segunda Revolución Industrial
En el aspecto demográfico el fenómeno más
notable de la Segunda Revolución Industrial es el descenso de la natalidad (
fase III de la transición demográfica) en los países industrializados de Europa
que ya habían experimentado la fase II durante la fase 1780-1850 (Inglaterra y
Francia sobre todo). De esta forma se redujo el crecimiento vegetativo de
población en estos países.
Sin embargo, otros países que accedieron a
la Revolución Industrial algo más tarde pasaron a la fase II de la Transición
Demográfica (Alemania, por ejemplo), por el descenso de la mortalidad. Esto
supuso un enorme crecimiento de la población.
El espectacular crecimiento de la
población norteamericana, en cambio, no se produjo por el crecimiento
vegetativo sino por la inmigración de más de 50 millones de europeos, sobre
todo. El crecimiento de la población en buena parte de Europa no fue acompañado
por un desarrollo paralelo de la economía, por eso aumentó el paro, y muchos
campesinos de Europa Meridional y del Este tuvieron que emigrar a Norteamérica.
Paralelamente, la gran demanda de mano de obra en Estados Unidos hizo que ese
país se convirtiera en el principal punto de atracción de todas estas gentes.
Por último los grandes adelantos en los medios de transporte marítimo
facilitaron dichos desplazamientos migratorios.
Volviendo a Europa, la agricultura ocupaba
cada vez a menos población, y ésta se veía impelida a trasladarse a las
ciudades que, durante esta época, crecieron de forma notable (éxodo rural). El
enorme crecimiento de las ciudades europeas provocó un problema de caos y
desorganización en éstas. De ahí que los urbanistas y planificadores urbanos
tuvieran que emplearse a fondo para diseñar un crecimiento urbano ordenado y
racional. Surgen así los ensanches de las ciudades europeas de la segunda mitad
del siglo XIX, con grandes avenidas rectas que se cortan en ángulo recto
(ejemplos: proyecto de Haussman en París y de Cerdá en el Ensanche de
Barcelona.
La agricultura ocupaba progresivamente a
un porcentaje menor de la población activa, esto se produjo al aumentar la
productividad por trabajador. Durante la primera Revolución Industrial, los
avances en la agricultura inglesa se habían producido, sobre todo, por una
utilización más racional del suelo cultivable, por una mejora en las técnicas
de cultivo y por la introducción de nuevas especies. Durante la Segunda
Revolución Industrial fue más importante la mecanización y la utilización
masiva de abonos y fertilizantes artificiales.
Otra característica de la Agricultura
durante la Segunda Revolución Industrial fue la creación de un mercado agrícola
mundial en el que amplias zonas del mundo se especializaron en la producción de
ciertos productos agrícolas en función de la demanda de los países
industrializados.
Estas nuevas zonas de producción agrícola
fueron:
Los países nuevos: Australia, Sudáfrica,
Argentina, y sobre todo, EEUU. Se trataba de territorios con inmensas tierras
vírgenes muy productivas. Oleadas de agricultores europeos ocuparon estas
nuevas tierras que gozaban de un clima semejante al suyo para reproducir en
ellas sus cultivos y ganadería tradicionales (ganado vacuno en EEUU y
Argentina, ganado ovino en Australia, cereales en EEUU, etc.). Dado que la mano
de obra no era muy abundante en los Países Nuevos, fue necesario llevar a cabo
una agricultura extensiva y muy mecanizada. Su producción era bastante barata,
sobre todo, teniendo en cuenta que el desarrollo de sistemas de transporte y
congelación de los alimentos permitió ponerlos a la venta en las principales
concentraciones urbanas de los países industrializados a precios bastante
asequibles.
La Agricultura de Plantación. Aunque ya
existía, en el siglo XVIII, la Agricultura de Plantación experimentó un gran
auge en la segunda mitad del siglo XIX. Este tipo de agricultura fue llevado a
cabo por grandes empresas europeas que pusieron en cultivo tierras de países
tropicales (de América del Sur, Asia y África), lugares idóneos por su clima
para cultivar ciertos productos con una demanda de lujo o industrial (café, té,
cacao, algodón, caucho, etc.). Para ello, las grandes empresas arrebataron sus
tierras a los campesinos indígenas y después los utilizaron como mano de obra
barata. La Agricultura de Plantación tuvo mucho que ver con el desarrollo del
Colonialismo.
El desarrollo de las comunicaciones y las
nuevas fuentes de energía durante la Segunda Revolución Industrial
Durante la Primera Revolución Industrial
la fuente de energía más importante fue el carbón y el medio de comunicación
que más éxito tuvo desde 1830 fue el ferrocarril.
Durante la Segunda Revolución Industrial
el carbón siguió siendo la fuente de energía más utilizada, sin embargo a ella
se unieron ahora la electricidad y el petróleo.
El ferrocarril también siguió siendo el
medio de comunicación terrestre más utilizado. Así se siguieron construyendo
vías férreas desde los lugares en los que se había originado (Europa
Occidental, Noreste de los EEUU) hacia lugares más lejanos, creándose así las
grandes redes transcontinentales de América del Norte (hacia 1870) y Eurasia
(Transiberiano y Orient Express hacia 1900). Por su parte, los europeos
construyeron ferrocarriles en aquellas colonias de las que querían sacar
materias primas (como por ejemplo, La India). A mediados del siglo XIX también
se empezó a construir la red de ferrocarriles española.
Estos ferrocarriles construidos a escala
mundial fueron financiados por grandes empresas de los países industrializados,
que pretendían con ello sacar grandes beneficios. Asimismo, contaron con la
ayuda de los gobiernos de los países donde se construían que intentaban retirar
los impedimentos legales o fiscales a dichas empresas, cuando no aportaban
ellos mismo capitales.
Los ferrocarriles contribuyeron a unir las
zonas productoras y consumidoras de todo tipo de recursos agrícolas e
industriales.
El desarrollo del transporte naval fue también
muy notable. Por un lado los clippers que llegaban hasta el Pacífico y
Australia, supusieron el canto del cisne de la navegación a vela. Pero lo más
importante fue la aplicación sistemática de las turbinas de vapor y el casco de
metal a los barcos. Los transatlánticos, enormes buques de metal movidos por la
fuerza del vapor, revolucionaron el tráfico de pasajeros y mercancías,
especialmente entre Europa y Norteamérica, haciéndolo más rápido y barato.
Otro aspecto que contribuyó a mejorar la
navegación fue la construcción de canales estratégicamente situados que
permitieron acortar distancias evitando largos rodeos. El más importante fue el
de Suez (concluido en 1869 por el ingeniero Lesseps), fue construido con
capital británico y francés y permitió evitar la circunnavegación de África
para llegar hasta el Océano Indico. Esta ruta era vital para los británicos en
su tráfico a la India. Lesseps también lo intentó con el Canal de Panamá, pero
la construcción de éste, mucho más compleja, se retrasó hasta 1914. El Canal de
Panamá facilitó las cosas para los EEUU que así podían conectar su costa
atlántica y pacífica.
Aparte de la utilización del carbón, a
fines del siglo XIX surgieron otras nuevas fuentes de energía, éstas son el
petróleo y la electricidad.
El refino y uso de los derivados del
petróleo fue cada vez más intenso sobre todo a partir de 1890. Ello se debió al
invento del Motor de explosión y del Motor Diesel. Este último se empezó a
utilizar masivamente en la flota de guerra británica a partir de 1900 (el motor
diesel daba más velocidad y autonomía a los barcos de guerra).
Asimismo, a fines del siglo XIX se empezó
a experimentar con los automóviles y con la aviación a principios del siglo XX.
Ambos medios de comunicación no se masificaron hasta después de la Primera
Guerra Mundial.
El tendido de la red ferroviaria
significó, junto con la construcción naval, un impulso fundamental para la
industria siderúrgica. Pudo servir para crear una industria en el propio país,
o bien para avivar la de los países inversores.
La electricidad fue un tipo de energía muy
importante, pues evitaba que muchos tipos de industrias tuvieran que vincularse
a las minas de carbón.
El uso masivo del petróleo y sus derivados
tuvo una enorme repercusión económica y política, pues los europeos empezaron a
utilizar una fuente de energía que no tenían en su propio territorio. Eso les
impulsó a extender sus intereses comerciales y políticos a otros continentes
donde hubiera petróleo (Colonialismo).
Sólo las grandes empresas pudieron
explotar el petróleo por los cuantiosos gastos de prospección, extracción y
refino. Por ello, desde el principio, el petróleo fue un oligopolio.
El proceso de concentración industrial y
empresarial durante la Segunda Revolución Industrial
Si la Industria Textil había sido el
sector dominante durante la Primera Revolución Industrial, la siderurgia, que
ya la había adelantado hacia 1830, se convirtió en el sector principal de la
Segunda Revolución Industrial. Junto a la siderurgia tuvo mucha importancia el
sector químico (petróleo y derivados, fertilizantes, industria farmacéutica,
tintes artificiales, etc).
En la siderurgia surgieron nuevos
procedimientos que permitían la producción de acero usando carbón mineral
(convertidor Bessemer, 1856). Más adelante, aparecieron sistemas que permitían
el uso de carbones ricos en fósforo, que hasta entonces no se habían podido
utilizar. El procedimiento Siemens-Martin permitió reutilizar la chatarra y
abaratar el producto. A finales del siglo XIX se utilizó el horno eléctrico y
nuevas aleaciones mejoraron la calidad y dureza del acero.
Dos nuevos metales entraron en esa época
en la industria, el níquel usado en las aleaciones para el acero inoxidable, y
el aluminio, que pudo producirse industrialmente gracias al procedimiento de la
electrólisis.
Uno de los mayores avances de la Segunda
Revolución Industrial fue la racionalización del sistema de producción, lo que
se denominó “trabajo en cadena o Taylorismo” En este terreno los pioneros
fueron los norteamericanos. F. W. Taylor estudió cómo maximizar la
productividad de los obreros, y para ello racionalizó el trabajo, a base de
convertir a los obreros en autómatas de unas cadenas de montaje ideadas para
producir en serie, en cuyo proceso el ritmo lo marcaba la máquina. La mayoría
de personas que trabaja en una fábrica así organizada necesita muy poca
preparación. mientras un reducido número de técnicos controlan los mecanismos.
La principal consecuencia del Trabajo en Cadena fue la reducción de los costes
de producción con lo que los productos salían más baratos al mercado.
Otra característica de la Segunda
Revolución Industrial fue la concentración empresarial, es decir, el aumento
del tamaño de las empresas, y el control que los bancos ejercían sobre las
mismas. La Primera Revolución Industrial se basó en empresas de pequeñas
dimensiones que reinvertían los beneficios, y de esta forma aseguraban el
incremento de la producción (autofinanciación).
Las grandes inversiones que exigía la
nueva industria durante la Segunda Revolución Industrial (maquinaria más
compleja, mayor competencia) llevaron a que surgiera otro tipo de empresa: la
Sociedad Anónima por Acciones El capital de la sociedad se reunía emitiendo
acciones; así, si se quería obtener un capital de dos millones de pesetas, se
emitían, por ejemplo, 2.000 acciones de 1.000 pesetas cada una. Los beneficios
logrados se repartían según el número de acciones que poseía cada inversor. De
este modo, en caso de quiebra se limitaba la pérdida del inversor a la cantidad
de acciones poseídas, y no debía responder con el resto de sus propiedades
(responsabilidad limitada).
Este tipo de sociedad, que apareció por
primera vez para financiar los ferrocarriles, se convirtió en la forma más
corriente de empresa. Quienes poseían el mayor número de acciones tenían el
control de la empresa. La emisión de pequeñas acciones permite que unos pocos
controlen mucho capital. La posibilidad de controlar una cantidad importante de
dinero se convirtió en un factor multiplicador que hacía posible estimular o
frenar el surgimiento de nuevas empresas.
Esta función la cumplieron cada vez más
unas nuevas instituciones bancarias que conseguían fondos mediante la venta de
acciones al público; con los fondos así obtenidos, compraban acciones en
diversas empresas que pretendían desarrollar. Es el llamado capitalismo
financiero.
Las crisis capitalistas (por ejemplo la de
1869-1873) y la necesidad de disponer de enormes cantidades de capital,
llevaron a la desaparición de las empresas más débiles. Las empresas que impulsaron
los cambios eran fruto de la concentración de las más fuertes. Siguiendo el
principio de “únete a quien no puedas eliminar”, algunas empresas se fusionaron
formando trusts (por ejemplo la Krupp fue un gran trust siderúrgico alemán), o
llegaron a acuerdos de reparto de mercado o de fijación de precios: cártels
(las empresas petrolíferas formaron un cártel a nivel mundial: Shell, BP,
etc.). De esta forma, la libre competencia, como mecanismo de regulación de
mercados, fue sustituida por el control del mercado a cargo de grandes empresas
que imponían sus leyes (oligopolios).
Cuando la fusión permitía a la nueva
empresa controlar todo el proceso de producción, desde la materia prima hasta
el producto acabado, se daba la llamada concentración vertical. Cuando la
fusión se realizaba entre empresas dedicadas a la misma fase del proceso de
producción, se trataba de una concentración horizontal.
Estas grandes empresas empezaron a
controlar los inventos y las actividades científicas que les interesaban. A
partir de la Segunda Revolución Industrial los avances científicos se consiguen
en gran parte por el impulso de las grandes empresas que becan proyectos de
investigación, financian laboratorios, etc.
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